martes, 25 de octubre de 2011


Numerología: cuándo y cómo surgió
Es difícil determinar el origen de la numerología. Se dice que es tan antigua como la escritura, ya que aparece en todos los pueblos que han dejado elementos escritos: chino, caldeo, egipcio, hindú, hebreo, griego...

Los sabios chinos de la antigüedad, que crearon el libro oracular del I Ching, unos tres mil años antes de nuestra era, ya establecieron para comunicarse con las inteligencias sobrehumanas un lenguaje basado en los números y su simbología. Se sabe que la casta hindú de los brahama­nes practicaba, en el siglo III d. C., una ciencia numerológica muy anti­gua, viva aún en nuestros días, que atribuye un número vital a cada per­sona según su fecha y lugar de nacimiento, familia y fisonomía.

Es probable que los hindúes aprendieran esta numerología de las ca­ravanas de mercaderes procedentes de Caldea, cuna de toda magia. En todo caso, una antigua tradición dice que fueron los magos caldeos quienes enseñaron la cábala al patriarca bíblico Abraham, doctrina que es probablemente la auténtica raíz de la numerología. Esta tradición judeo-mística —cábala significa en hebreo »tradición sostiene que cada número tiene una cualidad vibratoria inherente y anterior a la crea­ción de los sonidos y de la propia escritura.

Luego, al originarse el alfa­beto, cada letra, palabra o nombre de la Biblia fue asociada por los ca­balistas a un número. De ese modo, algunos vocablos —principalmente los nombres divinos y angélicos— se convirtieron en poderosos talisma­nes, cuya sola repetición podría revelar al iniciado el conocimiento de su verdadera naturaleza y brindarle la posibilidad de librarse de las debili­dades humanas y adquirir de poderes sobrenaturales.

Nació así, en la tradición cabalística, un procedimiento llamado ge­matría, que descubría las relaciones entre las palabras merced a sus va­lores numéricos. Eso permitía a los magos mezclar palabras del mismo valor, de modo que formaban nuevos términos dotados de poder mágico como el acrónimo AGLA compuesto por las iniciales de la bendición Atha Gibor Leolam Adonai, que en hebreo significa: «Seas Tú poderoso por siempre, oh Señor', y que otorga protección divina cuando se repite sucesivas veces.


Una de las formas más puras de predicción
Existe cierto relato que presenta a Pitágoras como padre de la numerología. Se trata de un diálogo llamado Abaris, escrito por un discípulo de Platón, Heráclides de Ponto, del cual sólo nos han llegado unos frag­mentos a través de Jámblico y Diógenes Laercio.
Según Heráclides, a finales del siglo VII a. C., el adivino y sanador Abaris acababa de regresar de Hiperbórea, una tierra mítica identificada como el paraíso de Apolo, cuando Esta extremidad dorada deslumbró a Abaris, pues el oro estaba aso­ciado al dios solar Apolo, y quedó al instante convencido de que Pitágoras era una reencarnación de esta divinidad.

La doctrina pitagórica del alma
Pitágoras enseñaba la inmortalidad del espíritu y la transmigración del alma. ÉL mismo decía recordar todas sus existencias previas. El alma sólo podía Liberarse de sus reencarnaciones sucesivas a través del amor y la armonía. Una vez liberadas, Las almas se convierten en genios semidivinos que habitan en los jardines estelares de Los bienaventurados, más allá de la Vía Láctea. Los pitagóricos practicaban el silencio, La frugalidad, ta sencillez en el vestir y Las posesiones, así como el hábito del autoanálisis.


Teorema de Pitágoras
EL célebre teorema dice que «en un triángulo rectángulo, La suma de los cuadrados
de Los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa».

El legado de Pitágoras
Los números eran para Pitágoras entidades espirituales, principios eter­nos, agentes de armonía cuya presencia se deja sentir en todo d univer­so. Y la felicidad suprema radicaba en la contemplación de la armonía de los ritmos cósmicos ordenada conforme al número.

Este sabio griego fue el primero en aplicar al universo la palabra «cosmos», que significa «orden». Creía que los dígitos del 1 al 9, a los cuales pueden reducirse todos los demás números, representaban, en el plano macrocósmico, los principios universales encargados de confor­mar ese orden, mientras que, en el plano microcósmico, encarnaban las características y facultades humanas, así corno los acontecimientos y ci­clos de la existencia.

Magia y alquimia fueron herederas de la tradición numerológica le­gada por Pitágoras, emparentada a su vez con el gnosticismo neoplató­nico que el Renacimiento intentó rescatar del olvido. Alberto Magno, Roger Bacon, Pico della Mirandola, el abate Trithemius, Paracelso o Cornelius Agrippa y Giordano Bruno, entro otros muchos, fueron, ade­más de practicantes de magia, cábala o alquimia, grandes numerólogos.

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